lunes, 9 de junio de 2008

EDUCAR A LOS NIÑOS EN LA VIRTUD



EDUCAR A LOS NIÑOS EN LA VIRTUD
Transcrito de las charlas de Horacio Bojorge

Platón decía: “Buenos son los que aprenden a dominarse a gobernarse”. Para Aristóteles el dominio de si tiene dos virtudes: La templanza en el uso de los bienes y la fortaleza antes los males.

El Hombre –dice Aristóteles- debe ser formado desde pequeños en la templanza y en la fortaleza, ambas virtudes le ayudan a dominarse: la templanza a dominar sus deseos y la fortaleza a dominar sus miedos, de modo que no sea un cobarde, que sepa dominar sus deseos de bienes y que no se deje dominar por el temor de los males; así se hace un ciudadano virtuoso y se rige por la razón.

Templado y medido de todo lo placentero, valiente y paciente frente a todo lo arduo y lo adverso. He aquí por qué –nos dice Aristóteles- desde la primera infancia, es preciso que se nos eduque de manera que coloquemos nuestros goces y nuestros dolores en las cosas en donde es conveniente colocarlas. En esto consiste una buena educación.
Con Aristóteles pierden en el examen todos los pedagogos y psicólogos, y los papas permisivos, cuyo lema es: “¡No hay que reprimir, no hay que corregir, hay que dejar que el niño siga sus impulsos!” , esto implica que se guíe el niño por sus deseos y por sus temores.

Sin embargo, todo lo contrario; eso es lo que esta dominando las ideas pedagógicas y educativas. Es importante saber que ese tipo de escuela producirá lo que Platón llamaba “malos”: impulsivos, glotones, lujuriosos, violentos, incapaces de dominarse y cobardes también, hombres que no son dueños de sí mismo, y luego terminan esclavos. Primero, de sus pasiones y después de las de los demás.
Aristóteles enseña que desde chico hay que enseñarle a dominar sus deseos sus miedos; poniéndolos donde se debe y a tolerar sus sufrimientos. Platón diría que la permisibilidad produce malvados.
La educación de esas virtudes debe empezar desde la familia, educando en pequeñas cosas; durante todo el día, mediante el ejemplo en medio de la convivencia; y esto exige que la mama conviva con los niños, y que tenga ideas claras de cómo educarlos, que su papa también les dedique tiempo en estar con ellos. Platón agrega que la educación de los niños debe ser placentera, agregando juegos cantos.

Otro punto importante es el de inculcar en el niño, como primer hábito: la virtud de la obediencia. De esta forma el primer hábito que le debe ser inculcado al niño es el de escuchar; que el niño escucha. Y para enseñar al niño a escuchar hay que empezar escuchándolo, si queremos cultivar en la obediencia hay que aprender a escuchar. Los niños que no escuchan por lo general provienen de padres que nunca los escucharon (o simplemente no estuvieron) y solo se quedaron con la televisión. La circunstancia más favorable para enseñar es a la edad de los por qué; la naturaleza ha puesto a determinada edad preguntar a todo porque, para el niño es placentero que le respondan; de esta forma a esta edad, se afianza la necesidad de escuchar y sobre todo de reflexionar.

El niño que no sabe obedecer es porque no sabe escuchar, y no sabe escuchar porque no lo han escuchado ni respondido a sus preguntas, así se ha hecho irreflexivo, tampoco ha aprendido a hablar consigo mismo a preguntarse o a contestarse así mismo.
Pero es necesaria la presencia del mayor, aconsejándolo, escuchándole, respondiéndole, incitándole a seguir haciéndose preguntas. De esta forma su inteligencia se despierta y se hace vivencia se hace relacional. Al fin y al cabo, el pensamiento no es más que la capacidad de dialogar dentro de si mismo. La reflexión es un diálogo interior.

El ejercicio de la razón en el hombre, supone una capacidad de diálogo consigo mismo, a esa edad se desarrolla (o se sofoca) su hábito de escuchar, o ser escuchado, su hábito, su autoestima y la posibilidad de ser reflexivo y racional.
Hoy suele suceder que los padres están ausentes a esa edad. El niño por lo tanto o bien se da sus propias respuestas o recibe las de la empleada o persona encargada o bien deja de preguntarse y de tratar de entender. Si no se hace preguntas, y se queda embelesado, sin pensar ante la televisión, abdicará de una vez y para siempre del ejercicio de la inteligencia y del diálogo y de la obediencia, ya que esta última es relacional, que reconoce la autoridad del otro: “yo le obedezco porque voy a ser mejor” , si no se hace preguntas y no escucha respuestas, la capacidad de acudir a otro en busca de respuestas se irá atrofiando, se acostumbrará a no pensar, a no preguntar a no esperar respuestas, y si tiene la desgracia de quedarse solo frente a la Televisión, se convertirá en un ser solo sensorial, las maestras ya se quejan de que los niños en la actualidad tienen gran dificultad de escuchar a la maestra. Hay una especie de empiezo de decadencia del ser humano en este aspecto.

¿Y qué sucede si el ser humano se convierte en un ser puramente sensorial e irreflexivo?
Aristóteles dice que el hombre que solamente se cría de sensaciones: solo mirando y oyendo, él dice que “el hombre no se cansa de ver ni escuchar que los sentidos son insaciables, algo parecido a los animales. Si se queda mirando y oyendo solamente y no pasa a reflexionar y pensar no llega a niveles humanos de comprensión de los fenómenos y de las causas. El hombre puramente empírico –dice Aristóteles- sabe que una cose existe, pero no sabe porque existe, ni siquiera se lo pregunta, no es capaz de preguntárselo. Por ello lo aventaja el hombre que sabe el porqué, el hombre que piensa. Este es el hombre que sabe actuar y gobernar. ¿Qué va a pasar con la humanidad que no sabe pensar solo mira y que no piensa? … Pues será gobernada por los que miran y piensan. La superioridad de los jefes sobre los operarios –dice Aristóteles-, no se debe a su habilidad práctica sino el hecho de conocer las teorías y conocer las causas.

Los niños, aunque pregunten “tonterías”, es un hecho crucial, porque el niño está despertando su capacidad de asombrarse y de preguntar por las causas de las cosas están yendo más allá de sus sensaciones y de la percepción de hechos particulares para empezar a generalizar, es decir para Hominizarse, para convertirse en hombres.
Están aprendiendo cogerle el gusto a escuchar del que sabe más. Los niños esto lo hacen como jugando, el que oye gustoso, obedecerá gustoso. Pero para llegar a esto hay que responderle en su momento.

Cuando los niños preguntan, están también practicando gustosamente la humildad, la humildad del que no sabe y pregunta. La humildad es necesaria para la obediencia, de escuchar a los que saben más y a aprender de ellos. En cambio, el soberbio que no escucha dice: ¿Qué más me va a decir? ¿Qué me va a enseñar?, el soberbio cree que lo sabe todo, que no necesita del otro. Esto es peligroso pues de esta forma surge el tirano que está ebrio de sus pasiones, y que menosprecia a todo lo que le parece que es superior a él.

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente artículo, definitivamente es muy importante practicar la escucha en este mundo lleno de ruidos.

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