lunes, 7 de julio de 2014

LA IRONÍA DE LA ABUNDANCIA

LA IRONÍA DE LA ABUNDANCIA
Basado en el artículo “Orgullosos de estar agobiados” (The family watch)
Modificaciones por: Pavlusha K. Luyando

Para explicar cómo es posible que en la era de la tecnología haya tantos hombres y mujeres sobresaturados; generalmente se recurre a responsabilizar al estancamiento de los sueldos y el encarecimiento de la vida; así como a la desigualdad en la distribución de la riqueza que ha crecido ininterrumpidamente desde la década de los 70.
No obstante, los datos económicos no parecen suficientes para explicar el estrés en que vive la gente sobre todo en las grandes ciudades. Según la tesis de la desigualdad, los más pobres son los que deberían sentirse más agobiados, pues sus insuficientes ingresos les llevarían a trabajar más, y tener menos tiempo libre. Sin embargo, cuando uno ve las encuestas y las investigaciones, lo que ocurre es justo lo contrario: los trabajadores con salarios bajos se sienten menos desbordados.

La mala organización del tiempo
El investigador Derek Thompsonmay, , explica que, contrariamente a lo que sugieren algunas explicaciones, los norteamericanos trabajan menos horas actualmente que en los años 60 u 80. No solo en relación en el puesto laboral sino también al uso de la tecnología en el hogar: el microondas, la aspiradora, o la televisión han hecho que el tiempo dedicado a las tareas del hogar y el cuidado de los hijos haya descendido un 35% desde 1965.
No obstante, señala Thompsonmay, no toda la sociedad se ha comportado igual en este terreno. Sectores como las madres separadas, los que han llegado más lejos en su educación o los que tienen más ingresos económicos están objetivamente más ocupados que el promedio de la población. Una madre separada con estudios universitarios y que trabaje en un sector con fuerte competencia es el prototipo de persona desbordada.
Según Thompsonmay gran parte de la sensación de estrés se debe a factores personales. Otro investigador Schulte explica que el estar desbordados, o la sensación de estarlo, ha adquirido prestigio social. Quien se queja de “no tener ni un minuto” a veces lo hace como una forma de elogiarse a sí mismo. 
En ciertos sectores sociales, dedicar tiempo a una actividad sin utilidad inmediata es visto como un signo de debilidad.

Aunque es cierto que cada vez se difumina más la frontera del trabajo con la del tiempo libre, también lo es que esto no solo se debe a la presión de un jefe demasiado exigente, sino a una mala organización del tiempo por parte del trabajador. Como comenta Kolbert, “vemos fotos de gatos o enviamos mensajes personales durante las horas del trabajo, y luego respondemos correos de trabajo mientras cenamos”. La compulsión por la “multitarea” (hacer varias cosas al mismo tiempo) nos hace menos productivos, e incluso menos inteligentes, según han señalado algunos investigadores.

Thompsonmay denomina la “ironía de la abundancia”: “saber que hay diez programas en televisión que deberíamos ver, nueve libros importantes que leer, ocho destrezas indispensables que tu hijo no está adquiriendo, siete formas de ejercicio físico que deberías practicar, seis maneras de disfrutar tu ciudad que no has podido probar, etc., hace que desarrollemos una hipertrofia del deseo que conduce a la sensación de insatisfacción, y de que el tiempo no nos cunde”.
Quienes más capacidad de elección tienen, por sus ingresos, sienten más esta tiranía de la abundancia. Se produce un círculo vicioso: se trabaja más para tener más posibilidades de disfrute; como se tiene menos tiempo, se desarrolla la necesidad de aprovechar “a lo grande” ese poco tiempo, lo que muchas veces lleva a un modelo de disfrute basado en el consumismo.

La nefasta cultura del yuppie
El hombre, llegado a un punto de satisfacción suficiente de sus necesidades económicas, se conformaría con sus ingresos y disfrutaría más del tiempo libre. En cambio, una gran parte de la sociedad norteamericana moderna –aunque esto podría aplicarse sin dificultad a otros países desarrollados– se ha comportado de forma insaciable con respecto al dinero, y ha hecho del trabajo “la principal experiencia de autorrealización”, Es lo que se denomina la “cultura del yuppie”.
Este ritmo de vida frenético muchas veces oculta, una sensación de vacío en cuanto a las preguntas profundas de la vida, las que tradicionalmente le han dado sentido. En un artículo para The New York Times, el escritor Tim Kreider señalaba que la sensación de estar ocupado actúa en las sociedades modernas como un tranquilizante ante el vacío existencial, y reivindicaba un sano “no hacer nada” de vez en cuando, especialmente necesario para las tareas creativas y humanísticas, tan injustamente relegadas.


El deseo genuino de disfrutar de la tecnología para que  “el tiempo libre sea abundante, de modo que todos podamos dedicarnos a la formación del espíritu, la reflexión, la religión, el arte, a la realización de todas las cosas buenas de la vida”. Algo más de cincuenta años después, esas “cosas buenas” han sido sustituidas por un consumismo que no sabe cómo salir de su propia trampa.
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