miércoles, 18 de marzo de 2009

EL VERDADERO PROGRESO


Por: Pavlusha Luyando Joo
luyandoJoo@yahoo.com
Lima-Perú

El ser humano, y sobre todo el buen creyente, están todos los días de su vida en una constante lucha interior; entre lo que le gustaría hacer y lo que debe hacer y rechazar por su bien.
Cuando la persona esta más convencido de que debe renunciar a sus apetencias, la lucha se torna muchos más fuerte.
En cambio cuando no se enfrentan estas dos cosas, la lucha desaparece, la conciencia está tranquila; no hay fricción porque se hizo lo que se debía hacer: renunciar.

La mentalidad que impera en el mundo de hoy; es el darle gusto a las pasiones, se busca y se acepta el placer inmediato, por más malo que sea.
El hombre como de lugar trata de acallar la voz de su conciencia, fabrica justificaciones para hacer lo que quiere; incluso lo que no debe. Pues es incomodo tener un sentimiento de culpa.

Sin embargo es importante; que siempre halla algo de incomodidad en nuestras vidas, las cruces diarias son señal de que avanzamos. Hay que preocuparse cuando “todo está bien”, debido a que sin mortifiaciones no hay progreso. Las mortificaciones nos ayudan a progresar psicológica y espiritualmente, a perfeccionarnos; a tener humildad y a reconocemos que no somos perfectos, a tener paciencia, y que necesitamos la ayuda de Dios.

Con las pequeñas mortificaciones diarias podemos llegar a la madurez espiritual; renunciar a un gusto, obedecer a pesar de que no nos gusta, a comer lo que no deseo, a sacrificar una salida al campo para contentar a otro, a renunciar a cualquier tipo de apetencia, o simplemente a callar frente a una palabra ofensiva..
Incluso el rezar, es luchar contra la pereza, es un sacrificio, que si lo elevamos al altísimo; nos hace un gran beneficio.

Las mortificaciones si son bien aprovechadas nos pueden acercar .a la santidad, a la perfección espiritual.

Para ello; no es necesario hacer cosas espectaculares ni portentosas. Muchos santos han llegado a serlo, solamente obedeciendo, estando en una cocina o como porteros de un convento.

En el caso nuestro basta con hacer nuestros quehaceres domésticos, a través de las cruces diarias de la dura convivencia, las preocupaciones diarias por la economía del hogar, o por la salud de un familiar enfermo, el tomarse una molestia por alguien, renunciar a uno mismo; es ya un sacrificio, es darse.

Pero es imprescindible la ayuda de Dios, ya que la paciencia, y la confianza son virtudes celestiales. Es muy mala señal cuando uno confía en si mismo, la autosuficiencia aleja de Dios.

En cambio si nuestra confianza en el Creador crece a pesar de la adversidad y somos capaces de aceptar la cruz diaria, podemos decir que estamos progresando.

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