LA IRONÍA DE LA ABUNDANCIA
Basado en el artículo “Orgullosos
de estar agobiados” (The family watch)
Modificaciones por: Pavlusha K.
Luyando
Para explicar cómo es posible que
en la era de la tecnología haya tantos hombres y mujeres sobresaturados;
generalmente se recurre a responsabilizar al estancamiento de los sueldos y el
encarecimiento de la vida; así como a la desigualdad en la distribución de la
riqueza que ha crecido ininterrumpidamente desde la década de los 70.
No obstante, los datos económicos
no parecen suficientes para explicar el estrés en que vive la gente sobre todo
en las grandes ciudades. Según la tesis de la desigualdad, los más pobres son
los que deberían sentirse más agobiados, pues sus insuficientes ingresos les
llevarían a trabajar más, y tener menos tiempo libre. Sin embargo, cuando uno
ve las encuestas y las investigaciones, lo que ocurre es justo lo contrario:
los trabajadores con salarios bajos se sienten menos desbordados.
La mala organización del tiempo
El investigador Derek
Thompsonmay, , explica que, contrariamente a lo que sugieren algunas explicaciones,
los norteamericanos trabajan menos horas actualmente que en los años 60 u 80. No
solo en relación en el puesto laboral sino también al uso de la tecnología en
el hogar: el microondas, la aspiradora, o la televisión han hecho que el tiempo
dedicado a las tareas del hogar y el cuidado de los hijos haya descendido un
35% desde 1965.
No obstante, señala Thompsonmay,
no toda la sociedad se ha comportado igual en este terreno. Sectores como las
madres separadas, los que han llegado más lejos en su educación o los que
tienen más ingresos económicos están objetivamente más ocupados que el promedio
de la población. Una madre separada con estudios universitarios y que trabaje
en un sector con fuerte competencia es el prototipo de persona desbordada.
Según Thompsonmay gran parte de
la sensación de estrés se debe a factores personales. Otro investigador Schulte
explica que el estar desbordados, o la sensación de estarlo, ha adquirido
prestigio social. Quien se queja de “no tener ni un minuto” a veces lo hace
como una forma de elogiarse a sí mismo.
En ciertos sectores sociales, dedicar
tiempo a una actividad sin utilidad inmediata es visto como un signo de
debilidad.
Aunque es cierto que cada vez se
difumina más la frontera del trabajo con la del tiempo libre, también lo es que
esto no solo se debe a la presión de un jefe demasiado exigente, sino a una
mala organización del tiempo por parte del trabajador. Como comenta Kolbert,
“vemos fotos de gatos o enviamos mensajes personales durante las horas del
trabajo, y luego respondemos correos de trabajo mientras cenamos”. La
compulsión por la “multitarea” (hacer varias cosas al mismo tiempo) nos hace
menos productivos, e incluso menos inteligentes, según han señalado algunos
investigadores.
Thompsonmay denomina la “ironía
de la abundancia”: “saber que hay diez programas en televisión que deberíamos
ver, nueve libros importantes que leer, ocho destrezas indispensables que tu
hijo no está adquiriendo, siete formas de ejercicio físico que deberías
practicar, seis maneras de disfrutar tu ciudad que no has podido probar, etc.,
hace que desarrollemos una hipertrofia del deseo que conduce a la sensación de
insatisfacción, y de que el tiempo no nos cunde”.
Quienes más capacidad de elección
tienen, por sus ingresos, sienten más esta tiranía de la abundancia. Se produce
un círculo vicioso: se trabaja más para tener más posibilidades de disfrute;
como se tiene menos tiempo, se desarrolla la necesidad de aprovechar “a lo
grande” ese poco tiempo, lo que muchas veces lleva a un modelo de disfrute
basado en el consumismo.
La nefasta cultura del yuppie
El hombre, llegado a un punto de
satisfacción suficiente de sus necesidades económicas, se conformaría con sus
ingresos y disfrutaría más del tiempo libre. En cambio, una gran parte de la
sociedad norteamericana moderna –aunque esto podría aplicarse sin dificultad a
otros países desarrollados– se ha comportado de forma insaciable con respecto
al dinero, y ha hecho del trabajo “la principal experiencia de
autorrealización”, Es lo que se denomina la “cultura del yuppie”.
Este ritmo de vida frenético
muchas veces oculta, una sensación de vacío en cuanto a las preguntas profundas
de la vida, las que tradicionalmente le han dado sentido. En un artículo para
The New York Times, el escritor Tim Kreider señalaba que la sensación de estar
ocupado actúa en las sociedades modernas como un tranquilizante ante el vacío
existencial, y reivindicaba un sano “no hacer nada” de vez en cuando,
especialmente necesario para las tareas creativas y humanísticas, tan
injustamente relegadas.
El deseo genuino de disfrutar de la
tecnología para que “el tiempo libre sea
abundante, de modo que todos podamos dedicarnos a la formación del espíritu, la
reflexión, la religión, el arte, a la realización de todas las cosas buenas de
la vida”. Algo más de cincuenta años después, esas “cosas buenas” han sido
sustituidas por un consumismo que no sabe cómo salir de su propia trampa.
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