Por: Pavlusha K Luyando
“Educar es una arte difícil y delicado integrado por un poco de ciencia y mucho de sentido común y sobre todo mucho amor”
Para que este arte difícil y delicado madure es necesario determinadas condiciones previas: Una razonable madurez, un tiempo de mutuo conocimiento, un compromiso –religioso o civil-, que ligue a los futuros padres. Sin estos cimientos bien asentados se puede obtener consecuencias funestas.
Para ir al matrimonio con probabilidades de éxito se necesita cierta madurez personal y formación con respecto a lo que se pretende construir en la familia. Tener solamente habilidades intelectuales y prácticas no es suficiente para obtener éxito en el matrimonio.
Muchas veces se ve que jóvenes menos formados intelectualmente, pero con una actitud ante la vida, el trabajo y el hogar mucho más madura, cara al matrimonio, que la de otros -aparentemente brillantes- pero con criterios dudosos y personalidad inmadura.
La madurez afectiva
La madurez afectiva es ese modo de ser equilibrado ante la vida y las personas que nos rodean, en la mirada comprensiva ante las deficiencias ajenas y propias, ante la capacidad de admiración ante los valores de los demás.
Es importante diferenciar la madurez afectiva de las muestras de cariño, porque a veces la exageración de estas puede evidenciar una falta de madurez afectiva. Sin llegar tampoco al otro extremo de olvidar que tanto el cónyuge como los hijos necesitan muestras de afecto.
La madurez fisiológica
Es importante recordar que el estado y las instituciones religiosas deben establecer unos límites mínimos de edad por debajo de los cuales ni fisiológica ni afectivamente se está preparado para formar un hogar y educar a los hijos.
Estadísticamente el mayor número de divorcios, esto es matrimonios fracasados –con el consiguiente fracaso de la educación de los hijos-, se da entre el matrimonio muy jóvenes , fruto de noviazgos prematuros.
La falta de madurez intelectual, afectiva y fisiológica puede conllevar al fracaso matrimonial. El marido celoso, infiel, incapaz de cumplir los deberes como profesional , como esposo, como padre,, está haciendo ver, en muchos casos, un hombre inmaduro.
Una esposa superficial, inestable, caprichosa está haciendo ver una persona inmadura. Lamentablemente estos modelos de inmadurez se propalan a través de medios como la televisión, en donde se muestra personajes de la farándula de personalidad inestable, lo cuales muestran como si fuera algo normal cambiar de pareja sentimental o ventilar sus escándalos a través de los medios de comunicación. De esta forma la población va adoptando comportamientos que van podrían socavar la convivencia familiar.
Es cierto que el matrimonio hace madurar, pero es mejor ir a él con defectos mínimos, de lo contrario, los jóvenes corren el riesgo de echar a perder lo que debió ser la aventura más bella de su vida: La creación de un hogar y educación de los hijos.
El Matrimonio y la educación no son cosas de niños. Y niños son, en muchos aspectos, los cónyuges inmaduros.
La necesidad de mutuo conocimiento
Es mucho lo que se juegan un hombre y una mujer en el matrimonio para ir a él sin un conocimiento y trato previos.
El matrimonio lleva a la unión de cuerpos y espíritus, convivencia, nacimientos de nuevos seres, y todo esto exige que no se proceda con ligereza. Ese periodo de mutuo conocimiento se ha venido llamando Noviazgo.
Previamente al noviazgo surge el enamoramiento, la atracción por esa persona motivada por factores diversos: físico, expresión del rostro, atracción sexual, mirada, timbre de voz; etc.
El enamoramiento no es el amor pero es el preludio del amor, es el ardid de la naturaleza que hace que un hombre y una mujer tan distintos se atraigan.
Es importante que en el Noviazgo se analicen ciertas circunstancias que podrían hacer tambalear la futura familia; como por ejemplo, la diferencia de nacionalidad, la diferencia de edad. La religión, el nivel social, la diferencia notable de nivel cultural, e incluso determinados rasgos en el carácter como la ira, la poca voluntad que podrían tener repercusión negativa en el matrimonio.
Al hablar de la necesidad de mutuo conocimiento, ¿no será momento de iniciar relaciones sexuales prematrimoniales?
Sin considerar aspectos religiosos, pareciera que hay cierto consenso entre creyentes y no creyentes para rechazar las experiencias sexuales prematrimoniales.
Esto se debe porque las parejas que tienen relaciones sexuales antes del matrimonio, están constantemente tensionadas por el miedo a un embarazo inesperado, el temor a defraudarse mutuamente, lo que hace que la relación sexual no sea gratificante: frigidez en la chica e impotencia en el hombre, lo puede conllevar a decidir no continuar –por apresuramiento- lo que pudo ser un feliz matrimonio. Aún así si la experiencia fuera positiva no quiere decir que estén aptos para el matrimonio.
Cuando las parejas jóvenes se aventuran a tener relaciones sexuales antes del matrimonio se activa un mecanismo psicológico que hace que la persona no pueda distinguir los defectos del otro, esto sucede con más frecuencia en las mujeres, lo que puede desembocar en violencia familiar, celotipia; etc.
Los jóvenes que consiguen lo que es propio del matrimonio, no tienen ilusión de llegar a una boda. De otro lado el saber que no se ha sido capaz de esperar antes del matrimonio, una vez casados se presentaran circunstancias en que se tenga que dominarse por fidelidad, en caso de enfermedad o un viaje largo por ejemplo.
Las Relaciones sexuales prematrimoniales, perjudican a hijo que podría llegar porque siempre existe la posibilidad de que haya embarazo a pesar del uso de métodos anticonceptivos. En este caso no es el mejor ambiente acoger al niño en un estado de angustia e incertidumbre.
La solución al problema
1. Tener un sentido espiritual del matrimonio:
El matrimonio va más allá de la simple unión sexual; es el vínculo que proyecta el más grandioso de los proyectos: criar en inmejorables condiciones a los hijos.
2. Tener criterios claros sobre el noviazgo
Periodo de conocimiento y preparación
3. Evitar los peligros
Es menester que la pareja evite ocasiones próximas, pues la tendencia instintiva es llegar a a la unión sexual.
¿Para qué casarse? ¿Acaso para quererse y para querer a los hijos son necesarias las nupcias religiosas o civiles?
El matrimonio es un compromiso moral. En todas las culturas del planeta ha existido el ritual del caso que define a la pareja como unida de forma oficial para con Dios y la sociedad.
El matrimonio es un estado de seguridad que se concede a la pareja y a los hijos. A través del vínculo del matrimonio implícitamente se comprometen los cónyuges a sumir las obligaciones para con los hijos.
De otro lado es importante recordar que la sociedad es la suma de familias, ¿Qué sucedería si el vínculo dependería “del humor” de cada uno, para seguir o romper el matrimonio?
La seguridad también se confiere a los cónyuges, en el sentido de que si no existiera vínculo matrimonial alguno; por los roces cotidianos que se suscitan en la pareja, ¿Cuántas discusiones habrían acabado en separación?, el matrimonio implica el exclusividad, compromiso, y lealtad.
Bibliografía
- L. Riesgo Ménguez, C.P. de Riesgo “Lo que los padres no deberíamos olvidar”. Editoral EUNSA 1997. Navarra, España
- Irala Jokin Conferencia “El valor de la espera”. Universidad de Piura, Peru 2010
- M. Tamayo, “Educación en Ciernes”. Editorial Mar adentro 2007, Lima-Perú
- R.P. H. Bojorgue Charlas para novios y matrimonios. Uruguay