La Humildad |
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La Humildad es asiento y fundamento de todas las demás virtudes, medio para conservarlas y atajo seguro para llegar hacia ellas.
Si tenemos humildad obtendremos las demás virtudes por añadidura.
El ser humano tiene una tendencia intrínseca a la soberbia; “yo lo puedo hacer solo”, “yo lo hice con mi propio esfuerzo”. Querer las cosas que “quiere” y no las que “debe”, son un ejemplo claro de ello.
Sin humildad el hombre arremete inmoderadamente sin ver las consecuencias de lo que hace, ciego por su propia idea. “Hace lo que quiere, porque quiere”.
Este afán es muy negativo; más aún si al persona tiene un cargo directivo o dirige a un grupo de personas. Un profesor, un ministro, un político, o simplemente un líder de un apostolado parroquial, es un peligro sino tiene el fundamento de la humildad.
Sin humildad, el Fin justifica los medios, el ciego “Yo” es lo que mueve.
Sin humildad las estrellas caen de lo alto, vemos apostolados tambalear y fracasar. Pues donde no hay luz, no se puede ver el camino.
No se atreven los hombres el día de hoy a decir lo que sienten porque saben las verdades amargas, y saben que así como el loco que escupe las medicinas y al médico que lo quiere curar; así el soberbio resiste el aviso y la corrección.
Por ello a muchos no les conviene escuchar la voz de la conciencia; porque allí está la voz de Dios.
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