Del libro “Hacia la Liberación interior por el
P. Larrañaga
Las gentes sufren aflicciones sobre aflicciones, no tanto por no tener (mucho menos por ser), sino por aparecer, por exhibirse, transitando siempre por rutas artificiales.
Se mueren por vestir el último grito de la moda. No les interesa una casa confortable como una casa vistosa, enclavada en una zona residencial, que luce bien, aunque tenga que vivir durante años agobiados de deudas. Su única obsesión es quedar bien y causar buena impresión, he aquí la fuente honda de preocupación y sufrimiento.
Es necesario despertar una y otra vez, tomar conciencia de que están sufriendo por un falso fuego, liberarse de esas tiranías y dejarse conducir por criterios de veracidad. Esta es la ruta de la liberación.
En la actividad profesional, en el quehacer político, las gentes sufren por encaramarse a las alturas. Se deprecia a la ancianidad y las gentes se someten a cualquier sacrificio con tal de disimular el paso de los años; y se idolatra la juventud, como si la juventud debiera ser eterna, olvidándose de que también a los jóvenes se les acabará la primavera.
Es una competencia de apariencias.
Para escalar puestos tanto en los círculos políticos como en las organizaciones vecinales o sindicatos, incentivan rivalidades, colocan zancadillas, establecen sutiles estrategias por lo bajo para desplazar a los que son obstáculo. ¡Cómo se sufre!, es la obsesión invencible del poder y la gloria.
Por supuesto, es legítimo y sano el deseo de triunfar y de sentirse realizado. Pero por triunfar casi nunca se entiende el hecho de que el fin no justifica los medios; sino más bien tercamente se busca proyectar una figura social aclamada.
No hay que pensar que todo esto ocurre exclusivamente entre los poderosos de la tierra. También entre los humildes ocurre. No hay que sino observar las Juntas vecinales, las agrupaciones sindicales; etc, y se verá que allí también aparecen las rivalidades para ocupar cargos; mucha veces para figurar y otras para cometer actos deshonestos.
Las disputas y divisiones generan más ansiedad, más infelicidad y terminan por quebrar al grupo y al individuo.
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